viernes, 18 de mayo de 2007

Uno de estos días...

Ayer fue uno de mis días semanales odiosos, donde tengo que levantarme temprano para ir al colegio. Siete y media estaba yendo con mi madre en su auto, camino al colegio de mi hermano para luego quedarme en el mío. El cielo celeste claro, moteado de nubes de diversas formas, invitaba más al ocio, que al deber. Las responsabilidades pasarían a segundo plano, y la única meta de cualquiera sería tirarse bajo el escaso sol, descansando de la tarea de Ser.

La mañana continuó, el tiempo siempre pasa ignorando nuestros deseos de que se estanque o retroceda. Tuve cita con mi dentista, quien me puso un aparato inmenso en la boca para abrirla aún más. Mi cara formó una mueca desagradable, asquerosa -la vi en el reflejo de sus anteojos-. Ella, concentrada en mis dientes y sus armaduras metálicas, se dedicaba a ajustar el alambre que hace meses trabaja en mi boca. En esos momentos, entra al consultorio otra dentista de ese lugar, esa clínica podría decirse, donde para los pacientes se encuentra un lugar frío, serio y lleno de la seriedad que acarrea una 'visita al doctor'. Pero yo sé que en esos lugares, los doctores forman grupos de amigos y organizan fiestas y toman mate o se visitan... Las clínicas particularmente se prestan para eso: para que los doctores que en ellas trabajan compartan más de un mate, una charla, un debate sobre el gremio, en horas sin trabajo.En fin, entra esta mujer y sin el más pequeño recelo comienza a mirar mis dientes. Aprecia el trabajo de mi doctora, le dice que el tratamiento parece que va bien. Y entonces mi doctora alega que en realidad, se hace lo que se puede, porque mi perfil sigue siendo recto y saltón, que puede que crezca hasta mis 22 años, que ya logró pasar los de arriba par adelante, pero faltan los de abajo para atrás y... muchos comentarios más.
Habiendo acabado ese tema, la otra doctora aprecia - con ojo profesional, porque es una cosa inaprecable para cualquier persona normal- el succionador de baba que colgaba de mi boca. Es curiosa, eso sí, su forma: pareciera como un bastoncito, es un tubo largo con una parte más gruesa y la otra parte conectada a la maquina chupadora, la parte final es curvada y es donde se succiona la baba, y dada su forma, permite colgarla de los dientes tocando el paladar. Para esa doctora, fue un descubrimiento asombroso. Mi doctora le dice en tono quejoso, y peligrosamente con una pinza en sus manos muy cerca de mi boca, que la maquina que usaban en el Colegio -supongo que de odontólogos- se había roto, y que una vez la mandaron a un hombre para que la arregle, "y no es porque yo sea desconfiada, pero me parece que no hizo nada". Dice que anda lo mismo que antes, que hace mucho ruido y ni succiona la inevitable baba del paciente. Mis doctora confesó las patadas que le pega para que ande, y que mediante eso deja de hacer ruido y empieza a succionar, hasta que al final se apaga sola... "Que barbaridad! y eso que se le pagó al tipo y todo...ya no se sabe en quien confiar".

Esa fue mi mañana, casi normal.Al mediodía, camino al colegio, fui a sacar fotocopias en una librería cercana, frente a un colegio. Error, nunca vayan con pretensiones de hacer 30 fotocopias rápidamente en la hora pico escolar. Es el momento donde los nenitos le confiesan a la mamá que para ese día la maestra les pidió afiches de colores, lentejuelas, pelotas de telgopor, una bandeja forrada con amapolas de papel, plasticolas de colores metalizados... Coparon completamente la librería, y mi Plauto fotocopiado esperaba ser, nuevamente, fotocopiado en algún momento. Quince minutos, en los que caminé por el lugar contando mis pasos, miré el reloj cincuenta veces, disimuladamente, comparé precios y marcas, para absolutamente nada; comparé mi altor con el de los niños que corrían por el pequeño lugar...

Cuando al fin la mujer que atendía pudo dedicarse a mi pedido, llegó su marido con su hijito. Un tierno individuo, de casi cuatro años de edad, como me contó la madre. Jugaba a pelear con su papá, le pegaba patadas y piñas que el pobre hombre recibía como chiste. Era cómico ver como el niño tomaba seriamente el asunto de la pelea, imponía condiciones a su padre y le gritaba cosas para que deje de reírse. El tipo sólo reía y apenas se defendía, era su propia creación quien le maltrataba con amor y con la inocencia de un infante.
Quince minutos después de haber entrado, de nuevo al colegio. El mismo trayecto de cada día, y este clima particular. Muy fresco, medio húmedo. Los colores se ven mas vivos bajo el escaso sol, la tenue iluminación que a veces brinda el cielo gris hace que todo se vea como un sueño pronto a terminar.
Porque a la mañana el cielo es claro y celeste, como recién lavado.
Y a medida que pasa el día, se puede volver gris, llenándose de nubes y amenazando con truenos muchas lluvias que casi nunca llegan cuando se las espera.

no sabría que más poner acá, hoy es otro día fresco y me espera un mate antes de salir de nuevo, a Ser.

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