viernes, 27 de julio de 2007

Inexcogitable

Puedo decir que de nuevo empiezo una nueva etapa. Puedo decirlo y sentirlo, y luego olvidarlo, y así dejar pasar todas las cosas que quería retener y omitir las que quería modificar. ¡La historia de mi vida!.

Hoy me siento más confundida que nunca, respecto a mi futuro y al color de mi alma. Hoy no sé si decirme que pretendo poco y con eso me conformo o en realidad pretendo demasiado y ni así me conformaría...Hoy no sé cómo mirarme frente al espejo, la resignación ya está tan gastada que la dejé de usar.

Durante todo el día fantaseo, diurnas y fugaces fantasías, como escape a mi realidad. Algunas personas usan drogas, otros tocan música, otros escriben larga y vagamente... Yo no puedo dominar lo que mi imaginación me obliga a pensar, y aunque evada ciertas ideas siempre termino pensando en algo relacionado, y he ahí un terrible laberinto.

Mezclar los sueños con la realidad es mi pasatiempo preferido desde que soy muy pequeña.

Pero hoy que crecí según mi DNI, que debo madurar, que debo vivir de otra manera... Resulta una terrible carga seguir soñando absurdamente. Ni siquiera es una molestia, le debo a mi imaginación muchas cosas: muchas ideas que desembocaron en interesantes escritos, muchos alentadores sueños que hoy se secaron, una idea más colorida del mismo muro que todo el mundo encuentra como gris.
Resulta más bien como un compañero al que se deja de soportar porque es tanto el trayecto juntos que la simbiosis empezó a flaquear; es un cascarón que recubre un cuerpo que está madurando y desea salir.

Mi imaginación fue mi crisálida durante muchísimo tiempo. Me refugié del mundo en ella, y me angustia mucho pensar en dejar ese estado de armonía y comodidad, total control, experiencias agradables y dulces. Pero el tiempo pasa. Me está llegando una nueva etapa, tengo que animarme y salir de a poco de ahí. Y pienso que lentamente porque no podría animarme a salir afuera, sin estar preparada.

Y en mí hay una amalgama entre el sentir y el pensar.
¡Cuántas veces lo habré dicho!


Me gusta la comparación que se acostumbra hacer entre una persona y un árbol. Hoy descubrí que el árbol monstruoso no sólo posee inmensas raíces que destruyen cada vez más las baldosas de la plazoleta, sino también tiene, con aspiraciones de cielo, ramas inmensas, llenas de magníficas hojas verde brillante. Verlo solamente desde abajo resulta tenebroso y desagradable, incluso se asemeja a la estructura de las ideas y fantasías que constatemente me dominan. Sus raíces son retorcidas e inmensas, y forman extrañas figuras en el suelo. De sus ramas más bajas cuelgan otras extensiones que de haber tocado el suelo habrían sido iguales que las raíces, pero quedaron para siempre como un manto tupido, como un manojo de cabellos secos que cuelgan de una cabeza inerte.
Pero mirando hacia lo alto, la impresión es totalmente diferente. Sus ramas parecen alzarse intentando alcanzar algo. Algo como una nube, algo como una estrella. Ramas pretensiosas que no soportan la existencia bajo el suelo, de manera aburrida. Ramas que aspiran a más, que crecen queriendo alcanzar algo más. El viento, en la ambivalencia de amigo y rival, y los pájaros con sus trinos, serían los únicos que las acompañen en la altiva danza que inventan.
El árbol no eligió sus raíces, fueron ellas las que lo "ayudaron a ser", fueron ella el principio de su vida. No es capaz de maniobrar la orientación de sus ramas, de expandir o limitar su crecimiento. El las siente crecer, se esfuerza por satisfacerlas. Y es a la vez un ser capaz de nutrirse y de albergar a otros.

Y hay cosas que no puedo controlar, ni mis fantasías ni ciertos factores de mi entorno.
Y mi pretensiones, hoy desinfladas y apagadas, no son definidas ni estables.


¿Y cómo explicarle al mundo que mi crisálida es mi refugio, mi utopía terrenal; y mis ramas dibujan en el cielo sinuosas figuras, como planos, pero temen concretarlas?
¿Con qué palabras adornar mi simple deseo de soñar para siempre?

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