miércoles, 18 de julio de 2007

Per Pacem.

Fue en una mañana del verano antepasado, mientras la música sonaba con alegría en la cocina; puedo incluso recordar exactamente la canción y la emoción de sentirla...cuando sucedió, acontecimiento determinante de los meses venideros. Dicen que fue la expresión de algo que se venía gestando, un peligro latente que un día explotó. Eran altas las probabilidades de que una cosa así sucediera, en cualquier momento. Y sucedió, y en su momento no pareció algo muy grave...

Las semanas pasaron, todos atribuyeron las dolencias a un problema psicológico, mero intento de llamar la atención... Si había dolor o era fingido en ese momento, nunca más lo podremos saber. Lo que sabemos es que hubo otra vez, un nuevo tropezón, y esta vez se terminó de accionar esa horrible máquina de sufrimiento. Un sufrimiento que no sólo afectaba al cuerpo, sino que desgarraba en jirones el espíritu maltrecho y septuagenario...

Y los días siguientes fueron llenados con dudas y penas, y fue tan larga la agonía que los meses quedaron como eternos. Y hoy no son lo que eran, hoy ya no hay necesidad de las visitas y los medicamentos... Hoy ya no tiene sentido quedarse un domingo a la tarde, a ver morir el día...sola.
La mayor pena, la de ella. Cuatro paredes y un televisor, el sol en las tardes y el mate del domingo. La familia que hace su vida, esforzándose por no soltar su mano, pero ella ya lo sabe: la deberán soltar, o ella se soltará sola. Ella lo sabía, lo sabía y lo sentía. Llega un momento, el momento final, en el que entendemos la mortalidad. Saboreamos tristemente los recuerdos; y revivimos mil veces los momentos más queridos, en el interior de nuestra mente.
Abrazamos fuerte a la vida, pidiéndole que no nos suelte.
Y un día entendemos que no significa soltarla y abandonarla, sino abrazarla completamente y amarla, tal como es, aceptando su final.


Desde que entendemos que la carne que comemos fue alguna vez una vaca, sabemos que la muerte no sucede sólo en películas de acción o en tierras lejanas, y que incluso puede resultar necesaria para equilibrar la vida de otros. Si crecemos en un ambiente bélico, seguramente eso es aún más común, y sos más conciente de la fragilidad de cada día. Occidentales, sedentarios y pacíficos; la muerte se nos pinta como un horizonte lejano, no como la amada utopía que se intenta alcanzar, sino como el horizonte que es alcanzado por otros.Es algo lejano, terrible y triste, pensamos que sí, es parte de la vida, pero no de la nuestra. No la sentiremos, ¡no!, es una etapa más...

Un día, por fin, entendemos: Somos frágiles, volátiles, efímeros. Somos tan poco, y sentimos tanto. ¿Cuánto sentiría, entonces, cada ser vivo, por pequeño que sea? De tan necios, no consideramos lo relativo de todo. Y no podemos decir que la consideramos sin sentirla, porque es algo insuperable por la razón. Ver la palidez y notar la ausencia de brillo en los ojos abiertos y perdidos, ¿de que raciocinio me hablas? No hay razón que no se quiebre y se avegüence. La mente enmudece ante ciertos acontecimientos, y el alma domina el control.

Somos parte de una cifra que muere, seremos alimento de otros como alguna vez precisamos de algunos para alimentarnos. Nacemos-Morimos. De si lloramos o reímos en el medio, de eso se trata todo.

Hay cosas inevitables.
La muerte, ahí está. Si fuesemos inmortales y no envejecieramos nunca, no serviría el tiempo, no sería nada más que un continuo suceder de cosas.
Que a medida que sucedan, perderán valor.
Nuestra mortalidad nos hace valorar todo.
Sentir todo quemando la piel, y desgarrando la garganta en cada llanto.
Todo lo nuevo, lo viejo, lo deseado, lo doloroso, lo gratificante...

Hay cosas imprevisibles.
Como haber podido sentir tu risa inocente ante un comentario pavote.
Como verte sentado en un asiento cualquiera, y sentir que se abre algo bajo mis pies, y rememorar, revivir... Sos dueño de mis sensaciones.
Como sin pretenderlo, contruir una sólida relación con muchas personas. Un sentimiento de unión, más fuerte que cualquier ventisca adversa....Sin pensarlo, plantar cimientos. Inamovibles.
Como no esperar nada y de golpe recibirlo todo, inesperadamente cuando las más fieles esperanzas empiezan a titilar, atemorizando con apagarse....

Habrá, yo sé, mañanas y tardes de sol. Risas y juegos, alegría pura y sana en algún futuro no muy lejano. También puede repetirse la necrosis y la permanente agonía, mis ríos de tristezas internos no llegarán a secarse nunca, y cuando llueva mucho deberán aflorar. Lo harán, lo sé.

Sucederán tantas cosas, ya las siento latir, ya las imagino gestándose latentemente en algún rincón del planeta, y desde alguna parte de mí, obtienen fuerzas.
Crecen, como yo. Lo importante, lo destacable, es cómo, cuánto... hacia dónde, ¿por qué?¿para qué?...
Estan, existen. La razón enmudece.


Y todas, buscando equilibrio.



Universus, per pacem.


Equlibrio

Será un estado, un modo de vida, alcanzado luego de mucho esfuerzo.
Juntar lo impredecible con lo inevitable, y lo deseado con lo aceptado.
¿Qué tan difícil puede ser?

1 comentario:

Anónimo dijo...

vos si que te explayas hdp! jaja

lastima las distancias para no poder discutir los temas personalmente, y no por la maldita frialdad de un texto por msn. :s..

en fin..