viernes, 4 de enero de 2008

Callar al maestro.

Llega un día, un día en que discutiendo te das cuenta que argumentas mejor que esos que siempre te ganaron en las peleas y que siempre parecieron tener LA razón. Te das cuenta que cambiaste, que esos grandes seres que parecían tan perfectos, tan correctos, tan invencibles, son simples personas, defectuosas como cualquier otra, que su tamaño y autoridad no son tanto y sus razones ni son tan poderosas ni pueden dañarte por dentro, como antes parecía. Ese día creces, el canon que tenías establecido parece desmoronarse y todo se vuelve a estructurar.
Y no porque haya empezado a ser más sabia, más inteligente, o acercarme siquiera a la perfección que antes les atribuía a esos monstruos manipuladores de la palabra, progenitores de mi persona; sino que, desde mi oxidada adolescencia, empiezo a ver las cosas de otra manera. No todo es tan blanco, ni tan negro, ni tan virtual ni tan real, ni matemático ni relativo. Y si actúo de cierta forma es porque tengo algo que me impulsa. Y esas razones que me mueven no me deben avergonzar ni debo temer las burlas que pueda suscitar al expresarlas.
Ponerle el pecho a las balas, le dicen. Y balas de palabras, balas de ira, balas sin rumbo pero con fuerza, balas hechas del humo de su enojo...balas que no dañan a quien mantiene calmo el corazón y no se altera por necedades.
Hoy discutí adultamente. No lloré, como acostumbro cada vez que me lastiman cómo sólo ellos saben hacerlo. No los insulté, como hacen ellos cuando el rumbo empieza a volverse tortuoso. No grité mucho ni muy fuerte para hacerlos callar, no me fui por las ramas en medio de inútiles divagaciones para confundir-nos...
Por fin, luego de años y años de discutir y pelear (para seguir al día siguiente mejor que antes) me siento orgullosa de mí, porque pude defender y dejarlos en silencio. El silencio suele demostrar que ya no hay nada que decir, que el otro dijo lo último que sería necesario decir. Lo que viene después son balbuceos, por más fuerte que suene, por más bronca que contenga. En una tonta discusión se llega al punto ese en que, como si fuese una operación matemática, se llega a un resultado. Ese resultado no es absoluto, es la visión y la razón del que supo defenderse o supo atacar o supo exponer tu posición. Y justificarla, y defenderla.

La guerra, hecha con vidas ajenas, es una pavada cuando se compara a esto de jugarse la propia persona entera contra personas amadas.

Las discusiones en carácter de pelea no son recomendables, pero a veces resultan inevitables e incluso útiles. Déjenlas ser. Pueden resultar dañinas si son mal encaradas, pueden lastimar antes de tiempo a las personas que no sepan defenderse o interpretar las emociones del otro. Pero son mejores antes que la incomunicación y el silencio culpable de atragantarse las molestias por no querer enfrentar el problema. Además, las heridas que se producen pueden cicatrizar, y volver más fuerte la capa sensible de nuestra alma. Me refiero a endurecerse sin perder la ternura. Fortalecer la sensibilidad para no malgastarla con tonterías, siendo así mas receptivos con las cosas buenas y más tolerantes con las agresiones.



Empecé este año de linda manera, una manera más positiva que resulta nueva para mí. Ya aprendí, tantos años de escribirme y leerme me sirvieron para entender que, si bien no hay que negar los sentimientos, y la tristeza es uno de ellos; tampoco hay que sobre dramatizar todo ... Amores, amigos, peleas, llantos e ilusiones...todo se acomoda según se lo permitamos, según lo queramos e intentemos...
Y en estos pocos días del nuevo año, recibí una increíble propuesta. En realidad, la culminación de un pedido que hice hace ya unos meses, hijo de una vaga ilusión mía que no tenía la fuerza suficiente para hacerse notar antes. Me contacté con una revista de esta zona, de mi querida Misiones, y quizá empiece a colaborar con ella, mandando textos. Ya probé el gusto dulce de escribir y de ser leída, y que comenten qué les gustó, qué no, qué los tocó...Y no por monitor, sino en papel. Ver mis palabras en papel, verlas ir de mano en mano, mis ideas, mi tiempo, mi trabajo compartido con el resto. Sensación hermosa, sólo depende de mí concretarla. Pequeña responsabilidad.


Me queda mucho por hacer, y por suerte estoy aprendiendo a simplemente disfrutar del camino. Ya no es tan importante la meta como lo es el camino.
Tengo a mi favor esta inmensa libertad, estas nuevas ganas. Este año que empieza conmigo contenta, conmigo orgullosa de mí y contenta de haber podido derrotar a los maestros, aunque sea esta sola vez. Y conmigo a favor muchas cositas que parecen florecer dentro mío.
Y no habrá una tormenta, que no sea interna, que pueda lastimarlas.

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