domingo, 16 de diciembre de 2007

"¿Y si en vez de planear tanto voláramos un poco más alto?"


Cuando conocí a Mafalda, yo tenía diez años. A lo sumo, once. Fue en el inicio del segundo milenio, y me parecía tan lejana ella hablando del hombre en la luna y de los Beatles.
Conocerla fue algo inesperado: mi madre me regaló un librito de la colección clásica, el número cinco (justo el de la mitad, ni el uno, ni el diez: el cinco), y como ávida lectora enseguida lo terminé, y enseguida me enamoré.
Luego vinieron el número siete, el "30 años con Mafalda" y el magnífico "TODA Mafalda". Y cada relectura hoy me lleva a una inevitable sonrisa.
Leerla es un puente con diferentes destinos: ya sea el pasado que no viví o mi propio pasado, el inicio de un reflexión o el despertar de alguna duda, la ilusión de alguna vez insertarme completamente en su mundo (algo completamente imposible: volver a mis 6 años y jugar; y conservando mi edad actual hablar acerca de la vida y del futuro, vivir con ella, sí, con ella, la eterna búsqueda de la utopía en los paseos por su ciudad).

Mafalda tiene eso, ese poder encantador que atrapa a quienes la leen atentos y con la mente abierta. Y eso tienen los niños, una apertura total en el plano mental: son capaces de creer y confiar sin ninguna sospecha, de soñar y vivir mezclando en su vida partes muy grandes de sus sueños. Por eso es hermoso conocerla sin haber abandonado la niñez, aún siendo un poco como ella y sus juegos, pero sin estar todavía inserto en el mundo de los adultos. Que sea ella la que te tienda la mano y te presente al aburrido mundo adulto, a la tristeza de (por ejemplo) los pueblos africanos, a la impotencia ante algo como Vietnam, a algo tan monstruoso como la indiferencia de las personas, unas a otras... Que sea ella la que te ayude a crecer y te siga haciendo sonreír al bajar de la hamaca y decir "Como siempre que uno pisa el suelo, se acaba la diversión".

Ella misma es una niña; es una eterna niña que habla como adulto y que sueña como adolescente. Para siempre atrapada en sus juegos y en sus noticias, sus cinco amigos, su hermano, sus padres... La vida urbana, vacaciones en el mar...
Es todo un mundo. Y es la principal, pero no la única.
Felipe, el soñador que se angustia por no hacer los deberes y que aunque sea espera "disfrutar de esa angustia", y Manolito, el comerciante y "bestia" de grupo, fueron sus primeros amigos. Luego llegó Susanita, de una tira a otra, para pronto declarar que "lo único que quiero en la vida es ser madre". Y en unas vacaciones, llegó Miguelito, el más pequeño de los amigos, el más simple e inocente. Él simplificaba los problemas, desde enfoques tales como "lo único que sé es que los pajaritos no necesitan escaleras para subir a ningún lado".
Y en alguna tira, nació Guille, para alborotar la vida de hija única de Mafalda, preguntando las cosas más complicadas de manera simple. Creador de "paizaje pop", se maravillaba ante "todo lo que puede tener un lápiz adentro", y era el gourmet come-tierra de la familia.

Pero la última en unirse al grupo es mi preferida: Libertad, la pequeña rebelde del grupo, que exige una complicada simplicidad al resto de las personas y ella misma, sin darse cuenta, es la más complicada. Enfoca la vida desde un punto de vista socialista, altamente influenciada por sus padres bohemios. Conoce a Mafalda en la playa, y pronto se une al resto del grupo, para ser la antítesis de Susanita.

"Mafalda" es un mundo, un mundo que queda injustamente reducido a... cientos y cientos de tiras. Debería haber más, mucho más material.

La mezcla entre la inocencia y la rebeldía, el juego y la realidad. Quino, genio tímido y de mirada invisible, dibujante improvisado de trazo inseguro y con una mentalidad medio niño-medio adulto, como ella. Él la soñó y le dio vida, se deshizo él mismo al crearla y creo que nunca imaginó la repercusión que tendría. Leer a Mafalda no es solamente leer una historieta, es enamorarse de a poco de ella y de sus ideas. Y terminar admirando a Quino, no como quien idolatra a algún personaje de turno, sino reconociendo su imaginación y dedicación, y la magia que dejó en cada tira, y la enorme obra que hizo en total.


Si nunca la leyeron, hagan la prueba, abran la mente y léanla, siendo un poco niños, un poco grandes. Hay ciertas consecuencias que quizás no quieran enfrentar. Al leerla en serio, algo por dentro cambia. Y ciertas patologías, un tanto absurdas pero completamente reales, se presentan
Pueden leerla, y sufrir por no poder rescatarla de su angustia luego de escuchar las noticias. Leerla, y querer sentarse con ella en alguna plaza para mirar el cielo ("una manera azul de perder el tiempo") o jugar a los vaqueros y dispararse. Leerla y sentirla pequeña y feliz; seguir leyendo y entrar en la duda de que si es posible que tal mezcla de actitudes se pueda dar en una sola persona...Medio niña, medio adulta.

Verla bailar canciones en inglés, verla riendo o reflexionando, verla discutir con sus amigos para solamente reforzar esas relaciones, verla viviendo una vida de tinta manipulada sobre el papel, apenas trazos y dibujos; verla y sentirla tan cerca y tan, tan lejos a la vez.

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