jueves, 15 de mayo de 2008


a veces a veces a veces
quiero que mi espíritu se escape en un suspiro
y se vaya bien lejos,
en el éter mismo del cosmo fantástico,
que llegue hasta donde él quiera,
sin fijarse metas
o eligiendo por destino estrellas muy lejanas.

Quiero que se libere de mi cuerpo,
(esta material prisión)
flácido y contaminado, con gránulos y joroba,
él merece algo más.
Siempre supe que era algo más, mucho más que un reflejo mío.
O quizá si, eso, pero yo un reflejo de él.

Quiero liberarlo, alentarlo a huir de mí.
Espantarlo.
Por su bien, quiero que no esté conmigo durante un tiempo
que por un momento largo mi espíritu no sea yo
no sea yo frente al espejo
no sea yo frente al mundo
frente a cada uno de los seres y de las cosas
y de las cosas....

Y QUE SEA SIN SER
FRENTE A NINGUN TESTIGO.

Darle ánimos y cariño, arroparlo unos instantes, decirle dulcemente "te voy a esperar, te voy a extrañar, pero es preciso que te marches ahora mismo y traigas un poco de calma sideral"

Que mi espíritu se vaya con la primera brisa de la mañana.
Y yo como humana, programada para vivir tras estos largos años de entrenamiento,
seguiría mi vida extrañando a mi alma,
soportaría sólo por volver a tenerlo.

Haría lo mismo de siempre, pocos notarían el cambio
("Estás rara, ¿que te pasa? ¿por qué esa repentina tristeza? ¿por qué los ojos brillantes y ausentes?")
Le escribiría poemas y sonetos
y lo recordaría al mirar el cielo.


Y sé lo que pasaría. Lo sé, lo siento como un latido, no es una idea abstracta.
Siento latir los hechos.

Y cuando vuelva, envuelto en una sustancia etérea, charlaríamos.
Me preguntaría: "¿Ya llegó? ¿Conoció el jardín, le mostraste tus flores imposibles? ¿Soportó el sol de la tarde bajo la sombra de esos árboles viejos?"

Y le diría, ¡tan infelices somos!, le diría sonriendo: "No, no llegará. A los árboles y su débil sombra no los soporta nadie, y hasta el jardín nadie llega porque se aburren por el camino. Basta de simbolismos, flaco. Contame acerca de los cometas y de cómo me veo desde la luna"

Y de nuevo, soledad. Y de nuevo, resignación.
La calma sideral, regalo de mi espíritu, veremos cuánto ayuda.
El éter helado lo volverá fresco, no frío. Yo lo abrigaré.

Y nosotros, a respirar hondo y seguir, que el jardín no muere y a los árboles nadie los toca.

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